Proyectos
Las persianas casi tocan el suelo, los sillones piden desesperadamente que alguien se les siente encima, cada cosa está en su lugar. En este ambiente de oscuridad y silencio vive Hortensia. Con 85 años en sus espaldas, iba a misa todos los domingos, sus manos aguantaban el peso de las bolsas de las compras, cocinaba e incluso iba de vacaciones con su familia cuando el calor se hacía insoportable en Buenos Aires.
El 21 de septiembre de 2005, Hortensia fue a visitar a su hermana como hacía todas las semanas. Ese día no volvió caminando, volvió en ambulancia con la cadera fracturada.
En minutos su vida cambió y sin saberlo, también cambió para Simi.
Simi con el sueño de escriturar un terreno, viajó desde Paraguay a la capital argentina para trabajar dejando atrás a su único hijo. Sin ni siquiera pensarlo, aceptó cuidar a Hortensia, día y noche.
Tras dar y recibir, enojarse y ceder, ambas se entendieron. Simi se acostumbró a que Hortensia duerma la siesta sentada en una silla, a Hortensia ya no le molesta escuchar a Simi hablar con sus amigas en guaraní. Ambas se acostumbraron a vivir con una desconocida.